Ayer me fui a bailar con unas compañeras del trabajo.
Resultó que traíamos el dinero suficiente como para pasar sin hacer fila, que nos tocara la mejor mesa del mejor antro incluída la mejor botella de "wisqui" (por supuesto).
Éramos tres mujeres, éramos hormonas, éramos deseos por consumir, obvio llegarían tres "posibles" caballeros a tratar de invadir terreno.
Pues bien "el caballero andane que me tocó" fue realmente un suplicio de "yo tengo": casa, coche, dinero, posición, zapatos de diseñador... Y mis ganas de vomitar iban y regresaban.
Extrañé por unos segundos mis noches de juerga en México, allá los "caballeros" te ligan diferente, sabes que es sólo por una noche, pero no tienes que lidiar con un spich de egos.
Terminé bailando sola, dejando al "posible caballero", pero evidentemente me sentí tan liberada del deseo de llorar, que definitivamente el éxito de esa noche no fue haber ligado, fue haberme liberado de la carga, de la necesidad de estar triste, voy saliendo... Lo sé porque esa noche, bailé como nunca...
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